Lo liminal y lo humano

¿Te has sentido ausente en un concierto, en un aeropuerto, en un autobús? ¿Como si estuvieras en un espacio transitorio? Eso tiene mucho que ver con cómo ocurre la liminalidad en el ser humano, pues pasa tan desapercibida que ni siquiera lo has notado.

¿Conoces el término liminalidad? ¿Sabes de dónde surge? ¿Cómo ocurre la liminalidad en el ser humano? Bien, pues se entiende por liminal aquel espacio o experiencia de transición de un momento o una etapa a otra. El término fue acuñado por Arnold van Gennep a principios del siglo XX, con su libro de investigación etnográfica Los ritos de paso (1909), que gira en torno a la manera en la que las culturas más antiguas realizaban ritos que parecían estar en otra dimensión transitoria: una especie de limbo entre el plano terrenal y otro superior, más allá del entendimiento humano. Lo liminal apela a un momento antes del límite (que viene de limens, su raíz etimológica en latín) que existe entre las cosas, en el que se experimenta una sensación de estar fuera de lugar, desorbitado: como algo alterno, fuera cultura-colectiva.


¿Cómo se manifiesta?

No hay una única manera de experimentar la liminalidad. Por el contrario, sucede recurrentemente en la vida cotidiana, muchas veces sin que nos demos cuenta. Lo cierto es que, para tener una experiencia liminal, se tiene que entrar en un estado simultáneo de estar y no estar. En este tipo de situaciones, algo falta: ir a la escuela cuando no hay gente, bajar las escaleras, ver de lejos terrenos abandonados, sentarse en salas de espera o paradas de autobús. En fin, se trata de momentos en el día en los que esperamos llegar a hacer otra cosa —como subirnos al metro o esperar a que una clase empiece—, y mientras tanto, pareciera que nos encontramos en un espacio intermedio. Lo mismo puede decirse de la experiencia de estar en un concierto o en un antro en la noche; es algo que se escapa completamente de la realidad, pero que se vive y se siente con la fuerza de la realidad misma. 


¿Es una experiencia física, emocional o espiritual?

La liminalidad es todavía un campo muy virgen de estudio para las ciencias duras. Sin embargo, los campos artísticos la han explorado desde tiempos inmemoriales. Se sabe, incluso, que la literatura mística —tan extensa en oriente, y tan relacionada con la religión en el rito católico— están íntimamente relacionadas con lo que hoy se denomina de esta manera. Es por esto que, como apunta van Gennep, se trata de una experiencia ambigua: uno puede sentirse fuera de lugar mientras camina en un pasillo lleno de gente, pero también, cuando entra en una meditación profunda. Es por esto que la liminalidad también rompe las barreras entre lo que sentimos con el cuerpo y lo que experimentamos con la mente: en otras palabras, une ambas instancias del ser humano. 


¿Cómo acceder a la liminalidad?

Si bien es cierto que los espacios liminales pueden pasar desapercibidos —porque los experimentamos como parte del día, casi sin querer—, también lo es que la gente que se interesa por este tipo de experiencias tiene acceso a ellas a través de ciertos psicotrópicos, o estimulantes de esa naturaleza. Sin embargo, es común que las prácticas meditativas y disciplinas como el yoga son vías que conducen conscientemente a los espacios liminales. Nuevamente, es una experiencia que involucra al espacio y al tiempo, por lo que el ser humano la vive en carne propia como algo que se encuentra aislado en un estado de paso. 




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